Es de plástico, translúcida y no le falta ningún detalle a la moto hecha por Jonathan Brand, un artista neoyorquino que nunca pudo tener una y por fin se ha dado el capricho, creando esta interesante pieza única.

Para ello se ha basado en una Honda CB500 de 1972 y ha necesitado dos impresoras Ultimaker 3D que le han ayudado a recrearla a escala real. El resultado, ya lo veis, es sorprendentemente bueno aunque le falta lo mejor, la gasolina y el motor petardeando. Pero eso sí, la moto rueda perfectamente, si la empujas, y puede hacer giros porque su manillar funciona como en cualquier moto de la calle.
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Pesa 18 kilogramos y es una muestra más del enorme potencial que tienen las impresoras 3D pero también se necesita paciencia y talento para lograr creaciones como esta. De hecho Jonathan ha tenido que hacer primero una moto virtual para ir fabricándola pieza a pieza y posteriormente las ha ido ensamblando a mano, retocando muchas de ellas para lograr un perfecto encaje de todo. Con la dificultad añadida de que el grosor del plástico debía estar en torno a 1mm para poder preservar las translucidez del material. ¿Alguien se atreve?