Su motor de 125 cc. de cuatro tiempos, alimentado por inyección y refrigerado por aire no es ni pretende ser un compendio de últimas tecnologías, ni tampoco destaca por un rendimiento excitante. Sin embargo sí impresiona por permitir unas cifras de consumo excepcionales y una autonomía destacable más teniendo en cuenta que en el depósito de combustible sólo entran 3 litros: Es capaz de hacer 100 kilómetros con 1,25 litros de gasolina, lo que la permite presumir de un alcance superior a los 240 kilómetros.

Lo que propone Yamaha en el Salón de Tokio no es magia si no el resultado de una mecánica deliberadamente ultra económica. Sólo cuenta con cuatro marchas y la transmisión final corre a cargo de una correa, que aportará suavidad y hace innecesario el mantenimiento inherente a cualquier cadena. Todas las luces son LED, para evitar el mayor consumo de energía propio de las bombillas tradicionales, y el peso en seco de la moto es de tan sólo 80 kilos.

Estéticamente recuerda de inmediato a las motos ligeras y sencillas de los años cuarenta y cincuenta, con sus llantas estrechas y de gran diámetro derivadas directamente de las bicicletas, sus formas estilizadas y carentes de elementos innecesarios o el depósito en forma de lágrima. Concretamente la inspiración de los diseñadores ha sido la Yamaha YA-1, el primer producto de la casa de los diapasones, un modelo básico y funcional para que los trabajadores japoneses pudieran desplazarse con agilidad al mínimo coste, algo que trasladado a nuestros días sin duda está también en el pliego de condiciones con el que se ha realizado la peculiar Moegi.