Cuando los franceses la toman con las autoridades pueden rodar cabezas, y aunque todavía la sangre no ha llegado al río, la asociación Federation Francaise des Motards en Colere (FFMC) ha desenterrado el espíritu revolucionario. Su primer objetivo ha sido un radar situado en la tranquila localidad de Tolón. Encolerizados por los sablazos del susodicho aparato, los miembros activos de la FFMC echaron mano del cubo de pintura y con una pericia propia de profesionales y la brocha como arma pintaron en la calzada una perfecta señal triangular de peligro, con una inequívoca “R” dentro para simbolizar la presencia de un radar no indicado por las autoridades.

Quizá esta no sea más que la primera de una serie de acciones que pueden acabar desencadenando la revuelta del motorista en el país vecino pero, ahora en serio, hay que valorar la capacidad de este grupo para organizarse y protestar con la contundencia necesaria frente a los abusos de las autoridades y la generalizada falta de consideración que sufrimos los motoristas en todas partes.

No obstante, hace casi un año que otros insurrectos tomaron la iniciativa de pintar la carretera para reclamar la construcción de un circuito permanente en Galicia, por lo que el auténtico germen de “la revolución motera” habría que buscarlo en el noroeste peninsular.