Todo para nosotros era nuevo y eso siempre impone un poco pero el buen ambiente reinante en paddock y los boxes hizo que nos sintiésemos entre colegas y ésa fue la mejor de las sorpresas. La gente es lo mejor de este rollo tan peculiar que atrae a locos de la mecánica tradicional y carbonillas que no se guardan una décima. Así que salimos muy animados a los entrenamientos cronometrados en el divertido Circuito Internacional de Jumilla para conocer tanto el trazado como las reacciones de nuestra indiscreta Vespa con el número 61. Todo fue tan bien que nos clasificamos los primeros de nuestra categoría - en la que sólo había tres equipos - y nos preparamos para la caótica y espectacular salida estilo "Le Mans".

¡A volar!

El comienzo fue inesperado porque nos quedamos algo rezagados en el último lugar pero poco a poco fuimos ganando terreno hasta igualar y después superar a nuestros dos rivales. Y cuando todo parecía encarrilado el sistema de cronometraje se fue al carajo y hubo que empezar una nueva carrera en la que me tocó hacer de liebre con todos los "protos" detrás deseando pasar y pasándome por todos los sitios menos por encima, vaya vueltas más estresantes... cómo andan esos cacharros diabólicos.

La nueva carrera fue de tres horas y media, y básicamente fue una lenta agonía para conservar las vueltas que les habíamos cogido a nuestros rivales más peligrosos - Melgatés Racing Team- que sufrieron algún que otro percance mecánico. Y es que la bendita Vespajarraca corría cuando le apetecía exhausta por el calor y nosotros ya estábamos medio tontos de dar vueltas, así que el ritmo era cada vez más lento y la distancia con los rivales más pequeña. Y así llegamos al último relevo donde un servidor tenía la misión de conservar una vuelta y algo de ventaja con los segundos clasificados que amenazaban recortando giro a giro las diferencias ante la atenta y pícara mirada del padre de uno de ellos que les había preparado la Vespa.

Final de infarto

Me centré en tratar de mantener controlado en la distancia al piloto en pista del Melgates, el más rápido del equipo, y todo parecía bajo control hasta que ¡sorpresa! rompí el cable del acelerador en plena recta y comencé a hacer señas de !Esto no chuta, no me lo puedo creer! y aquí entró en juego la suerte del principiante y la de tener en nuestras filas al piloto/mecánico que no puede faltar en este tinglado de la resistencia. Así que lo sacó dando un preciso tirón y me dijo: "Arrea tirando del cable que ya no queda nada".

Y agonizando pero centrado en perder el menor tiempo posible mantuve el tipo hasta que por fin ví la bandera verde y a todo el equipo chillando y saltando como posesos. Lo habíamos conseguido de la mejor manera posible, sufriendo y disfrutando hasta el final como los Vespajarracos que somos. No pude tener mejores compañeros de equipo, Andrés y David, ni mejores ayudantes: Mayte, Vanessa y Estela. Sobrevivimos a 200 vueltas, unos cuantos repostajes y otros tantos cambios de pilotos que hacen de la resistencia en Vespa una de las cosas más cachondas que he probado en mi vida. ¡El año que viene más porque mejor será difícil!