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El afortunado motorista de esta Yamaha R1 puede sentir que volvió a nacer cuando, acelerando a más de 200 kilómetros por hora en esta estrecha y transitada carretera de doble sentido, un coche realiza un giro de 90 grados invadiendo completamente el carril por el que circula en su moto dando gas a fondo...

La diferencia entre salir ileso o sufrir un accidente muy serio está en la relación entre milésimas de segundo y centímetros de distancia. ¡Para bajarse de la moto temblando como un flan! Ante hechos imprevisibles como este sólo hay un remedio, la prudencia... aunque quizá si en lugar de ponerse a 220 km/h hubiera adelantado al coche precedente a la mitad de velocidad el choque hubiera resultado inevitable: a veces nunca se sabe.