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La situación parece clara: la mujer sale rápido de su casa apurándose la taza de café que se acaba de preparar a toda prisa. Mete algo en el maletero, dejando la taza de café sobre el parachoques para poder hacerlo. Y por supuesto no se vuelve a acordar de ella hasta que de repente un motorista que parece increparla le enseña su querida taza de café. Y se la devuelve, en marcha, y todavía con café.

Con una sonrisa da las gracias porque ha encontrado algo que no sabía que había medio perdido, porque es casi un milagro que la taza todavía estuviese donde la dejó habiendo ya andado, suponemos que poco, con su todo terreno.

Un pequeño acto sin importancia que muestra el carácter solidario que casi todos los motoristas tenemos dentro.