El domingo 10 de julio se convirtió en una fecha fatídica para Marco y su familia. Se encontraban en el circuito Racing Park de Viadana (Mantua, Lombardia) donde se diputaría una prueba más del Campeonato de Minimotos del que formaba parte Marco.
Volviendo hacia el parque cerrado tras la disputa de los entrenamientos libres, el pequeño piloto se encontraba sentado en la moto -ya con el motor parado- mientras su padre empujaba la ‘pocket-bike’. Instantes después el infortunio se cebó con la familia. Cristian, el padre, tiró sin querer de la cuerda que arranca el vehículo. Marco, sin capacidad de reacción, salió disparado sin poder hacerse con el control, hasta que finalmente chocó contra una puerta del circuito.
El golpe fue fatal, dejando al pequeño piloto con lesiones muy graves en el cerebro, además de en piernas y brazos. Rápidamente fue trasladado de urgencia al hospital de Bérgamo, donde su estado fue empeorando paulatinamente, hasta que se produjo la muerte el pasado sábado. Sus padres rápidamente quisieron paliar de alguna manera la tristeza que soportaban y decidieron hacer felices a otros niños con problemas, por lo que donaron sus órganos: riñones, pulmones, hígado y corazón. Así el espíritu de Marco viviría latente en otros chicos que consiguieron salvar la vida gracias la donación.
Su padre escribía estas líneas en su cuenta de Facebook: "Marco siempre ha sido un niño feliz, alegre, y muy generoso, dispuesto a compartir un trozo de chocolate con mamá y papá, un juego con un amigo. Hoy, sin embargo, se ha ido. Hoy, gracias a él, cinco familias podrán tener esperanzas. Hoy, gracias a Marco, cinco niños podrán empezar una nueva vida. Todo el mundo debe saber quién es Marco"
A raíz de esta desgracia se ha levantado un gran debate en la opinión pública italiana, sobre la idoneidad de que muchachos tan jóvenes participen en competiciones de motor. La polémica está servida.