El futuro cambio de reglamento del Mundial de Supersport previsto para 2022 -que pretende terminar con la hegemonía de las 600 y sus rabiosos “tetras”, ampliando la capacidad de los motores permitidos manteniendo un equilibrio que equipare de una manera justa las diferentes configuraciones- ha abierto la puerta a multitud de especulaciones sobre posibles modelos que las marcas podrían tener entre manos.
En primer lugar, y relacionado con la inminente participación de la Triumph Street Triple RS en la temporada 2021 del BSB, la posibilidad de que todos los mortales podamos por fin disfrutar de una Daytona 765, que siga el mismo concepto de la Moto2 Limited Edition que lanzaron en 2019; por otro lado, tras los rumores en el seno de Mattighofen de sorprendernos con una versión circuitera de su efectiva 890 Duke R, confirmando todo el potencial de las austriacas sobre el negro asfalto.
Algo diferente, sin embargo, es el caso de Yamaha. Que mantendrá en su catálogo la YZF-R6 Race (enfocada exclusivamente para un uso en circuito), con la que pretenden seguir cosechando títulos en la categoría de WorldSSP -cuatro consecutivos desde 2017- dejando huérfana la representación entre su oferta de motos de calle.
Yamaha MT-07, candidata a deportiva
Una decisión que, echando un vistazo a la oferta en el catálogo de Iwata, uno no puede evitar poner el foco en la la MT-07 como una posible base para la sustituta de la icónica supersport de los diapasones. Una posibilidad ante la que los acérrimos defensores de las 600 cc pondrán el grito en el cielo -alegando la brecha insalvable de prestaciones que existe entre un propulsor y otro- (y que alegrará a los más nostálgicos al traer a su memoria la desaparecida TRX 850), pero que se presenta como una opción muy razonable para acercar a los usuarios una deportiva lógica, muy divertida y accesible para pilotos de cualquier nivel.
Analizando el funcionamiento actual de las fábricas, que siguen la estela de la industria automovilística aprovechando una misma plataforma para diferentes modelos, reduciendo costes y poniendo a nuestro alcance vehículos más económicos; junto al excelente comportamiento demostrado por el bicilíndrico en paralelo CP2 -incluso en competición, donde su participación en la categoría Twins Cup de MotoAmérica, le permitió alzarse con el título en 2018 junto a Chris Parris y terminar subcampeona en 2020 con Kaleb De Keyrel- la idea está lejos de parecernos descabellada.
Proyectos como la actual Aprilia RS 660 ponen de manifiesto lo efectiva que puede llegar a ser una moto de estas características. Con una manejabilidad y ligereza difícil de alcanzar con un cuatro cilindros, combinadas con potencia suficiente para encontrar nuestros límites y, en algunos casos, hasta poner en aprietos a motos con mayores capacidades. Un modelo que -de no haberse cancelado la edición 2021 del TT de la Isla de Man- ya contemplaba el reglamento de la categoría Lightweight, junto a la MT-07, y que ha dejado patente lo adecuado del bicilíndrico en paralelo como ingrediente principal en la receta supersport.
Razones, a nuestro parecer, suficientes para considerar la posible llegada de la nueva Yamaha R7 -la denominación, algo pretenciosa, elegida por las publicaciones niponas Young Machine o Autoby, en sus particulares propuestas sobre cómo podría ser la nueva supersport- o FZ07 -como denominan a la versión de carreras en el campeonato americano, y algo más acertada a nuestro parecer- como una opción viable.
Una moto que se serviría de las excelentes capacidades del propulsor twin de 689 cc con de la MT-07 -con una ECU reprogramada para superar los 73,4 CV que declara la naked para el A2, junto a unos desarrollos más largos- y el mismo bastidor, que podría sufrir ligeras modificaciones para adaptarlo a su nueva configuración. Aprovechando, al mismo tiempo, componentes de la parte ciclo heredados de la YZF-R6, como el tren delantero con horquilla invertida y pinzas monobloque de anclaje radial, mejorando ligeramente la eficacia del paquete actual. Una deportiva para el A2 ideal para aquellos que quieren foguearse y coger experiencia, antes de dar el salto (o no) a una potente superbike.
Ahora solo falta comprobar si estos razonamientos tienen el mismo peso entre los directivos de la firma de Iwata, para que se lancen a la producción de esta interesante supersport.
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