Nos sumergimos en el apasionante universo Montesa durante nuestra visita a la exposición ‘Montesa, 75 años de una aventura irrepetible’. La muestra que el pasado mes de marzo reabrió sus puertas en las instalaciones del Museu de la Moto de Bassella. Una jornada muy especial, en la que repasamos los tres cuartos de siglo de historia de la firma que fundó Pere Permanyer, a través de los modelos más representativos, inéditos e icónicos del fabricante.

Un viaje al pasado, que nos ayuda a comprender el presente (75 años después) de la única firma superviviente (junto con Rieju) de los años dorados de la industria del motociclismo español, realizado de la mano de unos anfitriones de lujo. Santi Ruiz y Pep Itchart -comisarios de la exposición y de la anterior “Montesa, la forja de un mito”- que compartieron con nosotros su vasto conocimiento sobre la firma nacional, anécdotas, vivencias, curiosidades...junto al incombustible Estanis Soler (propietario del Museu de la Moto), y los Managers del Repsol Honda Team de trial Oscar Giró y Miquel Cirera.

Tras una rápida ojeada a las maravillas que copan la exposición permanente del Museu (visita obligada para todo aficionado a las motos que se precie), Santi y Pep nos invitan a adentrarnos en el apasionante proyecto que pusieron en marcha en 1944 Pere Permanyer y Francisco Xavier Bultó. Un viaje que iniciamos ligeramente desconcertados al toparnos con el último objeto que nos imaginábamos en una exposición de motos: una lavadora. Y es que Permanyer, tras abandonar la venta y fabricación de gasógenos (actividad que desarrolló hasta el final de la Guerra Civil) “coqueteo” con otros productos, además de las motos, mientras daba forma a su ambicioso proyecto (motores fueraborda, motocultores y hasta sistemas motorizados para subir persianas).

La industrialización como meta

Al descender a las salas reservadas a la muestra que nos ocupa, nos deslumbramos con algunos de los modelos que llevaron a lo más alto las ambiciones deportivas de la firma: tres unidades Sprint -1954, Leif Smedh; 1956, J. R. Eizaguirre; y 1958, R. Quinanilla- la XLE-51 que compitió en el TT de la Isla de Man, la 250 bicilíndrica con motor de doble válvula rotativa... Una muestra de los modelos más representativos en el paso de la firma por las competiciones de asfalto.

Unas motos que nos invitan a iniciar el recorrido a través de la producción en serie del fabricante, desde la Montesa A45 -popularmente conocida como la Yaya, y desdoblada en una versión ‘femenina’ dirigida también a su uso por curas con sotana y militares con capa- la D-51, la primera en adoptar el característico color rojo que ha identificado a las Montesa a lo largo de los años, hasta llegar a las Brio, que supusieron el paso a la producción industrial de motos (superando las 18.000 unidades puestas en circulación).

Un modelo que representa, a su vez, el germen a la extensa producción off-road de Montesa. Tras adaptar una Brio 110 con ruedas de tacos para que Pere Pi plantara cara a Bultaco durante el ‘I Moto-Cross Internacional de Barcelona’. Y entre las que encontramos también una unidad Brio 82 en color verde trucha -la primera en prescindir de las siglas B&P (Bultó y Permanyer) en el logo, tras el abandono de F.X. Bultó durante la producción de este modelo- y una inédita Brio con motor refrigerado por agua, que la firma mantuvo en secreto durante años pero que nunca llegó a producirse en serie.

De ahí, pasamos a la popular Impala, un modelo que adopta la denominación (en lugar de Montjuic como se había planeado) tras el éxito de la Operación Impala en la que 3 unidades de preserie -denominadas Baobab (presente en la exposición), Luchaerniga y La Perla- recorrieron 20.000 km, cruzando África de sur a norte, desde Ciudad del Cabo en 100 días. La mejor garantía para la fiabilidad de la Impala 175, que vio la luz en mayo del ‘62.

Una aventura que avaló la fiabilidad de la Impala 175, que introdujo el motor monoblock de la misma cilindrada (concebido para permitir posteriores aumentos de cilindrada) sobre la que, desde la 4M de 1962 hasta la 04M Impala 2 de 1982 se fabricaron multitud de versiones y evoluciones: Sport, Cross, Enduro, Sport 250, Kenya, Texas... algunas de las cuales todavía ruedan a diario por localidades de nuestra geografía. Un modelo muy exitoso que sirvió como base para el desarrollo de los primeros modelos off-road de la firma, antes de que Montesa se embarcara en esa aventura.

Territorio off-road

Junto a las Impalas, sendas H6 y H7 acompañadas de la primera Enduro y de la unidad con la que Carlos Mas se proclamó 7 veces Campeón de España, nos dan la bienvenida a la segunda de las salas (la más grande) donde nos muestran el extenso legado off-road de una firma como Montesa. Frente a la ofensiva de scramblers -derivadas de la Impala- con que las que desembarcaron en el mercado americano (Texas, Scorpion, King Scorpion…) se alinean los primeros modelos de trial, una disciplina en la que el dominio de Montesa ha llegado hasta nuestros días.

Junto a una Trial 250, el primer modelo de trial fabricado en serie (todavía con base Impala) nos topamos con la icónica Cota 247. El hito más importante en la producción en serie de Montesa tras la Impala. Un modelo que, además de demostrar su eficacia en competición, recibió el Delta de Plata al mejor diseño industrial por el ADI-FAD y que, aún a día de hoy, forma parte de la exposición permanente del MoMa de Nueva York. Un modelo emblemático en la historia de la firma, de la que se fabricaron 27.000 unidades hasta su cese de producción en 1980.Y que supuso el inicio de la fabricación de otros muchos modelos de trial, dirigidos a enganchar al público más joven en esta disciplina -Cota 25, 49, 74...- presentes en la exposición, o la Cota 123, la primera en incorporar un caja de cambios de seis marchas; e incluso una gama de bicicletas de trialsin ‘Montesita’ (T-5, T-10, T-15) con las que muchos de nosotros hicimos nuestros primeros equilibrios sobre una Montesa.

En paralelo, Montesa también desarrolló una extensa gama de modelos de cross ‘Cappra’ con mucho éxito tanto en nuestro país, como fuera de nuestras fronteras. Unas motos que, inicialmente (como ocurrió con las de trial), derivan de la indestructible base Impala, pero que poco fueron evolucionando y especializándose para cubrir las necesidades de los pilotos profesionales que veían en las mecánicas Montesa un símbolo de calidad y efectividad. Desde la Cappra 250, 250 GP, 250 MX, pasando por la VR (Vehkonen Réplica), Cappra 360 VA con la que se lanzarían a competir en la categoría de 500 cc, 250 VF de 1980 y las Cappra VG250 y 414, los últimos modelos producidos de una especialidad que Montesa abandona a principios de los ’80; asediada por las dificultades económicas y decidida a invertir todos sus esfuerzos en el trial.

Antes de dar paso al inicio de la última etapa, tras la absorción por parte del gigante nipón Honda de la firma -con gran respeto y reconocimiento a una larga trayectoria de éxitos- no podemos evitar sorprendernos al encontrarnos con uno de los prototipos (de los dos que se fabricaron) de la Montesa Fura. El precedente nacional de un concepto tan habitual hoy en día como son los mega scooters, y que nunca llegó a pasar a la producción en serie.

A partir de aquí, Miquel Cirera recoge el testigo para ponernos al día de la última etapa ‘trialera’ de la firma, una de las más fructíferas en lo que a títulos se refiere. Y con modelos tan representativos como la Cota 311 con chasis de aluminio Verlicchi y equipada por última vez con un motor (refrigerado por agua) Montesa, la primera Cota con motor 100% Honda (314 R), hasta llegar a las Campeonas del Mundo: Cota 315 con la que Marc Colomer conquistó el título Mundial en 1996, la 315R de Dougie Lampkin (2000 y 2001) y Fujinami (2004) antes de dar el salto al motor de 4T de la Cota 4RT con la que Toni Bou ha firmado (hasta la fecha) un total de 28 títulos Mundiales y poniendo el broche de oro a 75 años ‘de una aventura irrepetible’…que afortunadamente todavía no ha terminado.

Tras la visita, la organización puso a disposición de los asistentes algunas unidades de la Impala 175, Impala Sport 250, y Texas 250 para experimentar, en primeras persona, las sensaciones que transmiten estas joyas de la industria nacional.