Avalada por su apabullante cuatro cilindros turboalimentado, capaz de rendir una potencia por encima de los 300 CV, la Kawasaki Ninja H2R continúa paseándose como un unicornio entre el universo de motos deportivas. Una moto concebida para un uso exclusivo en circuito y dirigida en exclusiva a amantes de sensaciones fuertes que continúa, un año más, poniendo el toque más radical en la aclamada saga Ninja del constructor de Akashi.

Manteniendo intacta la esencia de un modelo que saltó al mercado en 2015, marcando un hito en la historia de las motos deportivas al introducir muchas innovaciones tecnológicas y estéticas, que posteriormente han sido adoptadas por el resto de las integrantes del clan. Prueba de ello es el Integrated Winglet, que la actual Ninja ZX-10R exhibe en el frontal de su carenado, claramente inspirado en el de la H2R.

Una moto “supersónica” que, además de un propulsor de 998 cc asistido por un compresor de alto rendimiento -con el que declara potencias de entre 310 CV hasta 326 CV con ram-air-, confía en otros elementos que hacen posible el pilotaje de esta auténtica bestia desbocada. Tanto en su ciclística, en la que destacan su chasis tubular tipo Trellis, el equipo de suspensiones con una horquilla KYB y un amortiguador TTX36 de la sueca Öhlins, o lo más granado de Brembo con unas poderosas pinzas Stylema en el eje anterior. Como en el apartado electrónico, con un despliegue inconmensurable en su paquete de ayudas: Control de tracción con asistencia en curvas 3 modos y 9 niveles, launch control, embrague antirrebote, quickshifter...Todo eficazmente gestionado desde una IMU firmada por Bosch.

Y con una agresiva estampa en la que su paquete “aero” pone en evidencia la importancia de la aerodinámica en una moto de estas características. En la que los alerones y spoilers, sobre su carenado en fibra de carbono, tienen como misión aumentar al máximo la carga aerodinámica para conseguir que este brutal misil tierra-tierra no se despegue del suelo.