Un enfado, el estrés, hablar por teléfono… en definitiva tener la cabeza en otra parte está claro que aumenta el riesgo y la distracción al manillar. Ahora, científicos dela Universidad de Granada quieren determinar cómo se produce esa alteración de la atención y localizar a qué funciones afecta para intentar ayudar a reducir los accidentes.

La carga mental y el factor emocional influyen en la toma de decisiones al conducir una moto. Así lo ha demostrado una investigación de los grupos "Aprendizaje, Emoción y Decisión" y "Ergonomía Cognitiva", de  la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada. Conducir con "demasiadas cosas” en la cabeza que distraigan o que hagan perder la concentración en el acto de la conducción puede conllevar un riesgo. Esto se sabe pero ahora está demostrado gracias al trabajo que está realizando la Facultad de Psicología con la coordinación del profesor Antonio Cándido. En esta investigación ha sido clave el uso de simuladores de motos cedidos por Honda para recrear situaciones de riesgo y evaluar las respuestas de los participantes, entre los que se encuentran voluntarios del Motoscooter Club Vespacito de Granada. “Hemos comprobado que las personas pueden evaluar una situación de riesgo de la misma manera sin que les influyan mucho las emociones. Pero a la hora de tomar la decisión de actuar frenando o acelerando, sí hay influencia de factores internos y externos. El entrenamiento de motoristas en las escuelas de conducción puede mejorar la toma de decisiones seguras ante situaciones potencialmente peligrosas”, señala el profesor Cándido.

El peligro de una "excesiva carga mental"
La carga mental es la cantidad de esfuerzo deliberado que se debe realizar para conseguir un resultado concreto, en este caso, conducir. “Si estás conduciendo y tienes una demanda de tarea, como conducir y hablar por el móvil al mismo tiempo, la demanda está aumentando y esto conlleva un aumento de la carga mental, disminuyendo los recursos que tendrían que estar dedicados a gestionar el contexto vial”, señala Antonio Cándido, coordinador del proyecto. Y añade: “Esa conversación por el móvil puede ser intrascendente pero también puede ser una discusión. Esto conlleva una carga y una demanda, pero también un aspecto emocional que influye en la toma de decisiones ante una conducta de riesgo”.

A través del registro de los movimientos oculares del motorista han podido comprobar que las personas que conducen de forma más arriesgada sienten más estrés (carga mental) derivado del esfuerzo que ponen al conducir. Este tipo de motorista no se fija en los puntos claves para la conducción provocando un aumento del número de accidentes o conductas arriesgadas. Para Leandro Di Stasi, responsable del experimento, “esto nos ha llevado a pensar que el factor determinante de las conductas  de riesgo es, por un lado, la atención que se presta a la conducción y los distractores y, por otro, la falta de entrenamiento y la experiencia en situaciones peligrosas”.

Emociones como la ira, la alegría o el miedo intervienen a la hora de conducir. Esta investigación ha demostrado la importancia de tener en cuenta estos factores emocionales a la hora, por ejemplo, de diseñar las campañas de Tráfico. “Los anuncios de la DGT usan emociones como el miedo, con una noción negativa, pero no buscan provocar el enfado con sus campañas, porque si te enfadas aumenta la probabilidad de una situación de riesgo. Medidas como el carné por puntos son efectivas ante la amenaza del castigo”, destaca el investigador, pero podría también ser efectivo el desarrollar y recompensar el comportamiento seguro.

Para el profesor Cándido es trascendental la implicación de las instituciones, ya que “mucho podemos hacer para evitar la conducta de riesgo trabajando con las personas, con entrenamiento, pero también la Administración cuidando las carreteras y la señalización”.