La licencia A-2 ha espoleado a los fabricantes de motos para ofrecer modelos destinados a un público condicionado por la limitación de potencia (47,5 CV) y ávido de sensaciones, puesto que es el paso obligado para poder conducir motos con mucho más que los escasos 15 CV a que limita la convalidación del carnet de coche o el A-1 específico de moto hasta 125 cc.
Por eso la YZF-R3, con sus 321 cc de cubicaje y 42 CV, es una buena opción para los que desean entrar en la órbita deportiva de Yamaha. Tiene además la ventaja de que a diferencia de sus hermanas -YZF R-1, YZF-R6 e incluso YZF-R125- más radicales en su ergonomía, es una moto que combina a la perfección su espíritu deportivo con un planteamiento amable para usarla a diario por ciudad.
Las claves de este modelo residen en su porte de moto grande, en la facilidad de conducción y en su temperamental pero elástico motor de dos cilindros paralelos. Este cóctel hace de la YZF-R3 una escuela perfecta para aprender a manejar una moto grande, y sin tener que hacer un gran desembolso (5.299 €).
Llama la atención en el primer encuentro la poca diferencia de tamaño que hay con una supersport como por ejemplo su hermana, la Yamaha YZF-R6; ambas casi coinciden tanto en la distancia entre ejes como en la longitud, algo que evidencia la intención de poner en manos del piloto una moto perfecta para aprender a conducir un modelo deportivo sin las exigencias de una verdadera sport.
Por supuesto está a años luz de la extraordinarias capacidades deportivas de una R6, con 123 CV y una parte ciclo estelar preparada para un uso 100% deportivo pero la YZF-R3 juega otras cartas y a otra cosa.
› Datos técnicos, galería y vídeo Yamaha YZF-R3
Al subir nos sentimos integrados en una deportiva pero no acusamos ninguna incomodidad porque los seminanillares están por encima de las tijas, proporcionando una postura confortable pero con un descarado componente racing. No le falta de nada en cuanto a imagen y equipamiento, además de recibirnos con los brazos abiertos, gracias a un asiento amplio con una altura al suelo muy razonable (780 mm).
Y cuando arrancamos, su motor bicilíndrico en paralelo despierta con suavidad, mostrando un carácter muy dócil. Más adelante veremos cómo en carretera esa personalidad ofrece otra cara y es un propulsor con muy buenas capacidades, aun moviendo un peso de 169 kg (con todos los líquidos), una cifra alta si la comparamos con los 147 kg de una KTM RC390, la más ligera de sus rivales directos pues la Kawasaki Ninja 300 declara 172 kg.
El motor empuja con mucha suavidad hasta que llegamos a su zona óptima de rendimiento en el tacómetro, algo perfecto para la conducción urbana y para cuando tengamos que hacer alguna “maniobra evasiva” en ciudad aprovechando su agilidad gracias a una acertada geometría de dirección. La aguja escala con mucha más alegría a partir de las 7.500 rpm y estira hasta las casi 13.000, empezando a avisar de que estamos acercándonos al límite con unas apreciables vibraciones. Con un consumo medio de unos 4,2 l/100 km (la instrumentación digital informa del consumo), nos parece una moto razonable con la que además se pueden hacer unos 300 km con su depósito de 14 litros.
Es el momento donde las suspensiones, chasis (tubular aunque simula un doble viga) y frenos demuestran que están a la altura de una moto que puede alcanzar una velocidad máxima real de unos 175 km/h y con la que también es posible mantener ritmos altos en tramos revirados. Para ello debemos estar muy atentos a las marchas con el fin de mantener la “chicha” del motor aprovechando un cambio realmente suave que colabora a la perfección en estas tareas gracias a sus relaciones cortas.
Aquí deberemos tener muy presente que la horquilla KYB de 41 mm tiene un tarado muy logrado. No resulta incómoda en ciudad debido a su tacto más bien blando, pero es capaz de aguantar frenadas fuertes sin descomponerse, siempre teniendo en cuenta que no es una moto para una conducción extrema.
Los frenos ofrecen un rendimiento plenamente satisfactorio sin tener que recurrir a una efectista pinza de anclaje radial: le basta con un disco de 298 mm mordido por una pinza convencional de doble pistón para frenar muy bien y además dispone de ABS de serie por si las cosas que complican. Por cierto, el sistema antibloqueo entra en acción bastante tarde, algo que permite disfrutar de la conducción deportiva sin interferencias hasta que la adherencia está verdaderamente al límite.
En ciudad es simplemente una delicia disfrutarla como moto para todos los días por lo fácil que resulta conducirla y lo confortables que son los desplazamientos, algo que su carrocería refuerza en días de mal tiempo al brindar una protección correcta, tanto del carenado como de su cúpula deportiva.
En cambio el pasajero tiene las cosas un poco más complicadas, algo normal en una moto de esta estilo porque su plaza está bastante elevada respecto al conductor en un colín afilado y sin asas donde sujetarse, mandando así un mensaje: pasajero no, gracias, o en desplazamientos cortos.
Mención especial merece su instrumentación de corte 100% deportivo que combina lo analógico y lo digital. Destaca el indicador de la marcha engranada, la luz de sobre régimen y como ya hemos comentado el consumo medio. Además informa del nivel de combustible, la reserva y la hora en que vivimos.
Resumiendo, la YZF-R3 es una amable deportiva con indudable gancho estético, un formidable porte de moto grande así como un motor en plena sintonía con la parte ciclo, capaces entre ambos de hacernos disfrutar no solo en las carretera de curvas sino todos los días, como una compañera de fatigas ejemplar.
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