Fotos: Emilio Arbúes
Casco: Givi 20.7 Oldster
FICHA ROYAL ENFIELD BULLET 500 >
Tomé contacto con la Bullet 500 en Irún, donde quedé para recogerla en el concesionario local, Boxes Norte, y emprender viaje en pareja hasta Santander. Una buena toma de contacto en carretera para familiarizarme con sensaciones que ya no se encuentran. Son el encanto y el motivo de que estas motos nos sigan llamando poderosamente la atención de los aficionados en los tiempos del control de tracción y los suspensiones electrónicas.
La Royal Enfield no engaña a nadie, lo que hay es lo que ves. Freno trasero de tambor, llantas de 19 pulgadas (con neumáticos “vintage” Avon Speedmaster Mk II delantero y Safety Mileage Mk II trasero) y un motor monocilíndrico de carrera larga refrigerado por aire que entrega 28 caballos de potencia para un peso de unos 190 kilos. Pero también aprovecha algunas innovaciones de los últimos cuarenta años como el freno de disco delantero, el arranque eléctrico o la inyección electrónica. No obstante son detalles que no rompen en absoluto el poder evocador de una estética imperturbable al paso del tiempo, modificada si acaso en muy ligeros detalles a lo largo de más de medio siglo.
El motor vibra muy bien. Quiero decir que es agradable, no cansa y al mismo tiempo queda claro que es un monocilíndrico clásico que avanza a base de largas pistonadas. Esta es la primera sensación que te recorre el cuerpo, junto a las rítmicas y sosegadas explosiones del motor que al ralentí llegan a un volumen muy discreto hasta los oídos.
Royal Enfield Bullet 500 ¡da gloria oirla!
Al meter primera se advierte enseguida que el cambio de marchas es clásico, pero esta vez en el sentido menos glamuroso. Tiene un recorrido bastante largo y no se caracteriza por la precisión, aunque con los kilómetros no queda más remedio que tratar de acostumbrarse. Una vez con la marcha metida el motor comienza a andar con la fuerza que se espera de un monocilíndrico de considerable cilindrada, con un tacto agradable y sensación de empuje desde muy bajas vueltas. El sonido cuando se abre la mariposa de la inyección ya no es tan discreto ni falta que hace: es simplemente magnífico. Una de las motos que mejor suenan del mercado y reclamo inmediato para hacer girar cabezas y miradas en los retrovisores.
La sensación en marcha es más ágil de lo que cabría esperar por aspecto y peso y lo mismo sucede con la estabilidad: los ingleses sabían hacer muy buenas motos en los años 50, y esta Royal Enfield es ejemplo de que un buen diseño no necesita grandes sofisticaciones.
Keep Calm... and Royal Enfield
Cuando se trata de bajar relaciones, el motor lógicamente retiene mucho. El cambio de nuestra unidad solía fallar con frecuencia bajando de tercera, entrando el punto de muerto de primera en vez de segunda. Este es sin duda el asunto menos agradable de la moto para mi gusto y me gustaría cotejarlo con más unidades porque quizá sólo se tratarse de un problema de puesta a punto. Aún sin fallar el cambio no es un prodigio de precisión, y si lo tuyo son las prestaciones y entrar en las curvas apurando metros esta no parece que vaya a ser tu moto. Eso sí, puedes pasarlo muy bien con ella y echarle una carreterita a tu sombra sin meterte en muchas complicaciones, sintiendo que estás pilotando una auténtica clásica. Ahí empezarás a echar de menos un mejor tacto de los frenos y suspensiones, aunque podrás aplicarte sin titubeos en plena curva gracias al buen equilibrio del chasis y los fantásticos neumáticos Avon, con apariencia muy clásica pero excelente grip especialmente en mojado.
Las rutas de fin de semana son su especialidad. No en vano la Royal Enfield, una buena moto inglesa de la era gloriosa, se siente como en casa en las carreteras estrechas, húmedas y sinuosas. La cosa cambia en vías más rápidas. Es capaz de una punta en torno a 140 km/h, pero se siente más cómoda con cruceros en torno a 100 – 110 km/h. A partir de ahí funciona sin problemas pero tanto el motor como las suspensiones nos empezarán a decir que no están cómodos con ese ritmo y la dirección comienza a flotar ligeramente a partir de 130 km/h.
Otra de sus especialidades es la ciudad. La Royal Enfield Bullet 500 se convirtió en inseparable compañera de recados durante el tiempo que la tuve en casa gracias a su dócil y cómodo funcionamiento. Callejea con la agilidad que dan unas ruedas estrechas y un motor rebosante de fuerza, y como ya nos pasó en carretera sólo se echa de menos un poco más de refinamiento y calidad en los frenos y suspensiones. Hay que adatarse al clásico sistema del pedal de freno trasero, situado en posición bastante elevada pensando en levantar el pie para accionarlo; o a unas suspensiones de tacto seco.
El pasajero está muy bien considerado, con un asiento elevado, mullido generoso, asidera trasera y como curiosidad estriberas regulables, para adaptarse al gusto y tamaño de nuestro acompañante.
Ahora que ya nos hemos dado una vuelta con la Royal toca aparcarla y observar los detalles detenidamente. Los acabados son sencillos; llamativos pero sencillos. La pintura cuenta con fileteados hechos a mano en los guardabarros y el depósito. La coraza del faro integra la instrumentación, la llave de contacto -el bloqueo de la rueda delantera se acciona con la misma llave pero en cerradura independiente- y cuenta además con dos pequeños pilotos de luz de posición a los lados del faro principal… lo que los modernos llaman ahora day running lights. Vista por detrás, el pequeño piloto circular sobre el soporte de la matrícula es uno de esos aspectos de diseño muy sencillo pero con personalidad, que me recuerda inevitablemente sus orígenes ingleses de mediados de siglo XX.
Lo bueno es que todo resulta fácil de sustituir o reparar, aunque materiales como la tornillería son manifiestamente mejorables. No estamos ante una moto creada hoy en día para emular el estilo de las motos antiguas, sino ante una máquina diseñada en la edad de hierro -en el mundo de las motos- a la que se le han realizado mejoras para seguir en el mercado en pleno siglo XXI y lo mejor es que es perfectamente utilizable a diario, como cualquier naked moderna.
En definitiva, creo que poseer una Royal Enfield Bullet 500 te hace entrar en una selecta categoría de motoristas que están de vuelta de la fiebre por las prestaciones que no sirven para nada o de la novedad que se vuelve obsoleta al paso de unos pocos años. Desde antes incluso de montarte en ella te trasmitirá parte de su personalidad y elegancia… y en marcha no tendrás que demostrar nada para ser el objeto de todas las miradas al llegar a cada semáforo. Y todo por una cantidad de dinero más que razonable, económica si tenemos en cuenta lo que te van a cobrar otras marcas por sus modelos a la moda “retro”. Sin duda las suspensiones, frenos y acabados serán más refinados que los de esta inglesa emigrada a la India (donde la fabrican desde los albores de su larga vida), pero es que una moto clásica es así, como la Bullet 500 y no como las otras: sencillez, robustez y más cualidades prácticas de las que presuponen quienes no las conocen.
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