Fotos: Carolina F. Varela
- Un SmartMotion deportivo
- Compacto con gran capacidad de carga
- Dos grandes virtudes: ligereza y agilidad
- Opinión y valoración
- Galería de fotos
No hay más que fijarse un poco para darse cuenta de que los scooter de 125 son mayoría por las calles de nuestras ciudades. Es lógico, son fáciles de conducir, se pueden llevar con el carnet de coche, tienen motores económicos y poco contaminantes, se aparcan en cualquier sitio…
Los fabricantes han realizado un gran esfuerzo estos años y sus modelos son cada vez más eficientes, con mayor calidad y, sobre todo, con formatos y medidas para todos los gustos. Los hay de rueda alta, de rueda baja, GT, con mayor o menor hueco bajo el asiento y hasta deportivos, como el Peugeot Speedfight. Y cómo se agradece que la marca francesa siga apostando por este formato, pues es totalmente compatible seguir divirtiéndose conduciendo un scooter siendo respetuosos con el medio ambiente y sin renunciar al sentido práctico.
Un SmartMotion deportivo
Para cumplir con las restrictivas normativas europeas, el nuevo Peugeot Speedfight 125 monta el motor SmartMotion que estrenó el Belville 125 y del que ya conocíamos por tanto su buen funcionamiento (ver prueba). Es un propulsor de fabricación propia que rinde 11 CV y que destaca por su bajo consumo, ausencia de vibraciones y buena aceleración. Esto es lo único en lo que se parecen ambos modelos, que no es poco.
El Speedfight huye de la formalidad del Belville y en su cuarta generación mantiene esa misma esencia deportiva con la que nació hace ya 20 años. Es compacto, de líneas agresivas y angulosas que combinan con otras más redondeadas especialmente en la parte delantera en donde toman protagonismo las nuevas luces delanteras “full-LED” –primer scooter de Peugeot en hacerlo-, mientras que detrás se ha instalado un nuevo faro trasero con las tres franjas rojas que el fabricante galo está instalando en todos sus nuevos vehículos de dos, tres y cuatro ruedas; simbolizan las garras del león El aluminio de las plataformas para los pies, del tapón de gasolina –sin bisagra- y de las estriberas plegables para el pasajero se encargan de realzar su imagen deportiva.
Una deportividad que no está para nada reñida con el confort que ofrece el espumado del asiento y la erguida posición de conducción del Speedfight. Es muy fácil sentirse a gusto en él, independientemente del tamaño del conductor, y con todos los mandos muy accesibles y de suave accionamiento. Sí que he echado de menos unos espejos con mayor superficie pues en ningún momento llegué a evitar por completo eliminar los ángulos muertos, mientras que su manipulación no es sencilla. Pero claro, es el coste por disponer de unas formas más acordes con el resto del conjunto en vez de unos más grandes y menos deportivos.
Compacto con gran capacidad de carga
A lo que no se le puede poner pegas a su capacidad de almacenamiento, con un hueco bajo el asiento en el que cabe de sobra un casco integral más otros pequeños objetos y que además contiene una toma de 12V. No hay sistema de sujeción, pero al logran un ángulo de apertura tan amplio, el asiento no se puede cerrar mientras se guardan las cosas. Aparte, el Speedfight tiene una pequeña guantera delantera, en la parte superior del manillar, con toma USB y sin cerradura pero con un interesante soporte para colocar un Smartphone. Encima de este pequeño habitáculo se encuentra el panel de instrumentos digital, de fácil lectura pero con poca información pues ni siquiera ofrece la hora aunque sí los niveles de gasolina y de temperatura del motor, cuentakilómetros, velocímetro y revisiones, al que hay sumar cuatro chivatos luminosos.
Para la puesta en marcha basta con apretar levemente el botón de arranque, emitiendo su escape un sonido algo superior al del Belville, pero muy contenido en todo momento. No hace falta rodar mucho para darte cuenta de lo que se lleva entre manos, un scooter ligero y pequeño, al que se llega muy bien al suelo y da mucha sensación de seguridad.
Dos grandes virtudes
El Speedfight tiene dos puntos fuertes. El primero es el de la ligereza. Su reducido peso le permite aprovechar por completo su propulsor, otorgando unas arrancadas fulgurantes desde parado así como unas recuperaciones notables a media velocidad. Da gusto salir del semáforo en semáforo abriendo el gas a fondo superando al resto de vehículos que apenas han tenido tiempo de meter la primera antes de que uno ya esté esperando en el siguiente. Y todo ello sin apenas percibir vibración alguna, con una suavidad pasmosa.
La velocidad punta, lógicamente, no es su punto fuerte, aunque he logrado alcanzar los 110 km/h de marcador en autopista, una cifra nada desdeñable para un scooter de sus características.
El segundo aspecto a destacar es el de la agilidad, muy de la mano con el primero. No es posible moverse rápido en la ciudad si no es posible realizar trepidantes cambios de dirección y zigzaguear entre los coches con total confianza y seguridad. Y te aseguro que hay pocos scooters en el mercado que permitan realizar este tipo de conducción como lo hace el Speedfight. Entre maniobra y maniobra será casi imposible dejarse encendido los intermitentes pues un chivato sonoro y para nada molesto se encargará de avisarnos en el caso de no ver el luminoso parpadeando.
Las suspensiones se convierten en las grandes aliadas gracias a su equilibrado comportamiento. La horquilla se traga las irregularidades del asfalto sin inmutarse mientras que el monoamortiguador trasero responde con firmeza pero sin la “sequedad” propia de otros modelos de similar precio.
A la hora de detener, su doble disco delantero con sistema combinado acomete su función de manera sobrada, sin miedo a accionar los mandos con total confianza a pesar de no disponer de ABS, lo que ya hubiera sido el broche de oro a un conjunto excepcional. Se compensa en parte con el buen agarre de sus neumáticos CST con medidas de 13”, incluso en mojado.
Muchos elementos para llegar a nuestro destino con una sonrisa en la cara pues no sé quién dijo aquello de que conducir en ciudad era aburrido.
Opinión y valoración del Peugeot Speedfight 125
El Speedfight es un scooter que te hace joven, te deja disfrutar en la ciudad como otros pocos vehículos pueden hacerlo. Su ligereza y tamaño compacto le permiten mover con soltura entre los coches de manera similar a una bicicleta. El motor SmartMotion es todo un prodigio en cuanto a suavidad y respuesta, sin vibraciones y con un consumo muy reducido –poco más de 2 litros a los 100 km-. Sí que es criticable la ausencia de ABS, pero se supone que encarecería su ajustado precio. Y es que poco más se puede pedir a un scooter 125 por los 2.599 euros que cuesta y que ya viene equipado con dos tomas de corriente auxiliares, hueco para casco integral e iluminación “full-LED”, que por cierto, probé de noche y me sorprendió gratamente.