- Nacida con clase
- Práctico para uso diario
- Comodidad a sus mandos
- Suavidad de funcionamiento
- Conclusión y valoración
- Galería de fotos
- Ficha técnica y precio
Habría que felicitar al equipo encargado de diseñar el Django por haber sido capaz de conseguir una imagen de inspiración neo-retro tan lograda sin necesidad de recurrir al uso abusivo de accesorios supérfluos y forzados que recarguen su evocadora y limpia estampa.
Nacida con clase
El Django es así de nacimiento, con una carrocería alargada y curva de amplias proporciones que oculta parte superior de la rueda trasera, un guardabarros delantero también muy envolvente, un faro delantero de formas clásicas y un asiento doble de generosas dimensiones. Pero hay más, los espejos, los puños, el mullido del asiento y las asas del pasajero cuentan con un diseño vintage.
A todo esto hay que añadir la acertada decoración bitono de nuestra unidad de pruebas, propia de la versión Evasión -ver las diferentes versiones del Peugeot Django 125-, que hace más llamativa todavía al Django 125. Los neumáticos son también de dos colores, con una franja blanca que junto la misma tonalidad de las llantas hace que las ruedas parezcan más grandes de lo que indican sus medidas de 12”. Es una pena que el escape no deje ver la rueda trasera por completo, con su león grabado incluido.
Todo ello se combina a la perfección con otros componentes más modernos y actuales, como las luces de conducción diurna incorporadas en el panel frontal y la iluminación trasera más los intermitentes integrados, todo ello con tecnología LED.
Práctico para el uso diario
Lo mejor de todo es que ese ejercicio de diseño no ha supuesto una merma en el equipamiento y acabados para hacer de él un scooter muy válido para el día a día. Su capacidad de carga es notable, con un hueco bajo el asiento del piloto para poder guardar un casco integral y otros objetos personales. La forma ancha de este espacio hace que quepan dentro un portátil de 15” y un pequeño bolso con los objetos personales, de manera que a gran parte de los usuarios no les hará falta incorporar un baúl trasero -disponible de manera opcional-.
En el panel central, en su parte inferior, encontramos dos puertecitas. La de la derecha da paso a una pequeña guantera con una toma de mechero de 12V en donde se puede guardar el teléfono móvil y que queda sujeto gracias a un soporte específico. La de la izquierda deja al descubierto el tapón de gasolina y dispone de otro soporte para no tener que estar con él en la mano en los repostajes. Un práctico gancho portabultos escamoteable culmina las capacidades porteadoras del Django.
La instrumentación tiene una forma ovalada que ocupa la parte central del manillar e incluye un velocímetro analógico, una pantalla LCD con la hora, la temperatura ambiente, el cuentakilómetros con parcial y el nivel de combustible, y cuatro chivatos luminosos en la parte inferior junto al botón para cambiar entre kilómetros totales y el parcial. Es una composición espartana pero que mantiene la filosofía convencional del Django.
Los mandos, especialmente las piñas, ofrecen buen tacto pero su colocación no está tan bien resuelta. El botón de los intermitentes queda algo alejado y es complicado llegar con el dedo pulgar salvo que tengas una mano gigante. Además, el del claxon sobresale bastante -ideal para avisar de manera inmediata en los momentos de urgencia- pero fácil de hacerlo también por error al querer indicar una maniobra.
Comodidad a sus mandos
Es una pena este detalle, pues la ergonomía del Django es bastante natural, con una posición de conducción totalmente erguida y con mucho espacio disponible para las piernas y los pies en su plataforma plana. La composición doble del asiento es acertada, pues el del piloto cuenta con un pequeño saliente que ayuda a sujetar el cuerpo, aunque los pilotos más altos igual prefieren el asiento corrido para aprovechar algo de espacio de reservado para el pasajero. El mullido se me antoja demasiado blando y aunque no es un vehículo diseñado para realizar largos trayectos de seguido, creo que le hubiera venido bien un espumado más firme.
Se llega bien al suelo, incluso los usuarios más bajitos gracias a la distancia del asiento -770 mm-, por lo que realizar maniobras en parado resulta sencillo. Y eso que no es un scooter ligero, pero sus 129 kg en seco -137 kg lleno- no plantean trabas, tampoco en marcha. Se nota que Peugeot quiere que el Django sea tan atractivo visual como dinámicamente hablando.
Ese confort en parado se traslada de la misma manera cuando comienza la acción. El tacto de acelerador y frenos es bastante suave, aunque el diseño de los puños estriados fabricados en plástico duro al estilo retro no ofrece el mejor de los agarres, pero en realidad tampoco es una pega importante porque no es un scooter que requiera ir fuertemente sujeto a él. Y, por otro lado, tampoco implica esa rigidez que se transmitan a las manos las vibraciones del motor.
Suavidad de funcionamiento
El secreto para que no se aprecien tembleques en nuestras extremidades se encuentra en su motor, un 125 refrigerado por aire de la gama EasyMotion que ya he tenido ocasión de probar en algún otro modelo del fabricante francés, como el Tweet 125. Es el propulsor más económico y básico de los tres con los que cuenta Peugeot en su catálogo, el cual brilla por su entrega carente de vibraciones y por su enérgica salida desde parado.
Tiene una buena arrancada, similar a la de scooters más potentes, y permite alcanzar los 70 km/h con bastante celeridad, más que suficiente para ir de semáforo en semáforo por delante del resto de vehículos. Es cierto que a partir de ahí, y hasta llegar a los 100 km/h, no se le puede exigir mucho más, pero pensando en un uso urbano nos sobra. Los 90-100 km/h los mantiene bien, por lo que también se puede rodar seguro por vías rápidas de circunvalación, aunque a partir de los 80 km/h el traquetreo del propulsor es más evidente, especialmente en los espejos, que dejan de ofrecer una visión nítida como cuando se rueda a menor velocidad.
Las suspensiones responden con un aprobado. No dispone el Django de un equipo demasiado sofisticado, pero es lo que se espera de un scooter sencillo sin pretensiones deportivas. La horquilla tiene un ajuste algo blando, mientras que el amortiguador, aunque regulable en cinco posiciones, es todo lo contrario, un tanto brusco a la hora de absorber los baches.
Lo que sí me parece destacado es el empleo del ABS en la rueda delantera, pues la frenada es siempre un aspecto más crítico que el de la amortiguación, sobre todo con conductores más noveles. Este sistema se introduce en 2018 como novedad y supone un gran avance en materia de seguridad, el cual he tenido oportunidad de poner a prueba en estos días de lluvia en los que he tenido el scooter a prueba. Puedes apretar con confianza la maneta que la rueda delantera sin que el tren delantero haga extraños movimientos. A esto hay que sumar la buena respuesta del freno trasero, sin sistema antibloqueo, pero muy fácil de dosificar para evitar los derrapes en caso de frenada de urgencia. El agarre de los neumáticos es otro punto a destacar.
Entre los coches se mueve con agilidad gracias a su amplio radio de giro y al tamaño de sus ruedas de 12”.
Conclusión y valoración
El Django 125 es un scooter bastante apetecible, que no sólo cuenta con el reclamo de una estética conseguida y diferente, sino que también ofrece un buen rendimiento así como un comportamiento refinado.
Es un vehículo bastante práctico, con un buen hueco bajo el asiento para transportar todo lo necesario en el día a día, y con un buen tamaño para que todos los usuarios lleguen al suelo con facilidad. A esto hay que añadir la introducción del freno delantero con ABS, un guiño a los usuarios menos experimentados. Su precio no varía con la incorporación del ABS por lo que se mantiene en 2.999 €, el cual es algo más elevado que el de otros modelos de la marca francesa y que refleja el carácter más elitista del Django.
Su orientación es totalmente urbana, con un motor económico, poco gastón, pero de potente respuesta en las arrancadas. Su velocidad punta, de unos 100 km/h permite incluso salir al extrarradio con cierta solvencia, pero está claro que donde mejor se mueve es en la ciudad.