La saga CB cuenta con una dilatada trayectoria en el catálogo de Honda, un modelo que lleva más de 50 años vigente y que tiene en esta nueva CB1000R su última entrega y la versión que probamos como culminación de la gama. Ya en el año 1969 la CB750 montaba un motor tetracilíndrico de 750 cc, configuración que mantiene este nuevo lanzamiento solo que con más cilindrada, por supuesto más potencia, y una tecnología “algo” más avanzada.

A la CB1000R se la esperaba con expectación, y uno de los motivos es que entra a un segmento, el de las maxi naked, plagado de modelos punteros y muy avanzados tecnológicamente, además de superventas y en donde cada año que pasa alguna marca sorprende con una vuelta de tuerca inesperada. La CB tal y como la conocemos ahora se lanza en 2018, y ahora se renueva con leves aunque muy acertados cambios estéticos y en su motor que vienen a reforzar además lo que ellos llaman el espíritu Neo Sport Café, que aglutina elementos naked, sport, y café racer. Hemos sido unos de los primeros en poder probarla en España y aunque sea solo por unas horas hay cosas interesantes que contar tras una intensa toma de contacto.

Imponente y muy negra  

Hemos llegado a un punto, en la actualidad, en el que hay muchas motos imponentes, modelos “musculosos” o de formas espectaculares, y muchos de ellos además albergan motores muy potentes y con lo último en tecnología. En el segmento maxi naked abundan, por lo que la competencia es dura. La nueva CB1000R destaca por su presencia roadster pero con un estilo refinado en su conjunto, no llamando la atención por espectacularidad pero si por su elegancia y el cuidado de acabados y detalles. Es curioso porque al mirarla de perfil es una naked de silueta bonita pero sin “florituras”. Pero la miras desde atrás y desde el lado derecho con el escape, la mini óptica trasera, el portamatrícula o la ausencia de basculante y parece una muscle bike.

Es diferente, pequeña y equilibrada y tiene un montón de detalles que le sientan muy bien como las piezas mecanizadas con el logo del modelo en el manillar, las estriberas o en el pequeño respaldo que ofrece el colín monoplaza. Esta versión que hemos probado es la Black Edition (1.700 euros más que la estándar) que viene con el cambio semiautomático de serie, una mini pantalla justo encima del faro y muchas partes de la moto en negro como la horquilla, las llantas, el subchasis, los paneles laterales del radiador y el protector del escape, entre otros. El basculante monobrazo, el minimalista colín -en esta versión con tapa en lugar de asiento para pasajero- o el motor en sí, ya que es parte fundamental de la estética, son otros elementos destacables de la nueva CB1000R.  

Tacto 100% Honda

Pero dejemos de babear, vamos a subirnos en ella y comprobar si la estética hace justicia a su comportamiento en marcha. Es posible que viendo las fotos te parezca una moto pequeña, pues lo es también al natural. De hecho, y al no verse gran parte del chasis, parece un enorme motor, un depósito de combustible y dos ruedas. El bastidor es de viga central de acero, de ahí que parezca ausente.

Al subirme me vuelve a parecer una moto pequeña, pues mido 1’80 y en parado llego con las dos plantas de los pies apoyadas en el suelo. Fíjate en las fotos de acción, parezco enorme y no lo soy. Ando unos metros y la habitabilidad para el conductor podría ser la de una moto de 125 cc pero ojo porque esto no es un inconveniente a no ser que midas de 1’90 en adelante, ya que las piernas te quedarán muy flexionadas. El manillar alto dibuja una postura de conducción muy natural con el cuerpo erguido aunque ligeramente echado hacia delante. Se ha trabajado muy bien en la zona de las piernas para estrechar todo lo posible la parte donde quedan las rodillas, y eso aporta comodidad permitiendo moverte mejor encima de la moto.

Quien tenga una Honda o las conozca sabrá perfectamente a lo que me refiero con el tacto 100% Honda. Para quien no lo sepa, lo explico. Como te comentaba al principio el propulsor de esta CB1000R es un tetracilíndrico en línea, una configuración de motor que Honda utiliza mucho. En este caso se han hecho una serie de ajustes en la inyección para suavizar la entrega de potencia amén de adaptarse a la normativa Euro 5 en cuanto a emisiones. El tacto que ofrece el motor al subirlo de vueltas es todo dulzura y ausencia de vibraciones. Ofrece unos medios espectaculares y es que el par motor es de nada menos que 104 Nm a 8.250 rpm. La “patada” en la zona media del tacómetro es contundente, pero por otro lado, y como buen “tetra”, se puede ir despacio si se quiere debido a su logradísima linealidad. Digamos que no te “obliga” a ir despendolado como pasa en otras naked. Todo ello armonizado con un sonido profundo y característico que emana de ese sistema de escape 4-2-1, por supuesto en negro.

El cambio semiautomático permite subir y bajar marchas sin tocar el embrague y en esta moto funciona perfectamente al engranar las marchas con precisión y sin necesidad de hacer demasiada fuerza. Además se puede variar la sensibilidad de la carga de cambio en 3 posiciones: suave, medio y duro. Un excelente detalle.

Como ya es habitual en motos de última hornada, ofrece tres modos de conducción: Sport, Estándar y Rain. En ellos se varía la entrega de potencia, el freno motor y el nivel de actuación del control de tracción. Tiene otro modo, User, en el que se puede personalizar cada parámetro. Todo esto se controla con la botonera de la piña izquierda, un sistema fácil de usar e intuitivo. Además la pantalla TFT digital ofrece mucha información y posibilidades de visualización y personalización de funciones.  

El tamaño importa

Aunque en este caso un tamaño reducido beneficia, ¿en qué? A su comportamiento dinámico. También un peso contenido, pues Honda declara 213 kg en orden de marcha. Hay que tener en cuenta que no lleva ni un solo elemento que pese y del que se pueda prescindir en toda ella. Esos dos aspectos -tamaño y peso- unidos a una acertada postura de conducción ayudan a tener una mayor sensación de control. La CB1000R está muy bien compensada y eso en marcha se traduce en un comportamiento excitante, noble y sin sobresaltos. Aquí juegan un papel importante las suspensiones que, por cierto, las firma Showa y son totalmente regulables. En esta pequeña toma de contacto no me dio tiempo a tocar ninguna regulación pero no hizo falta porque, aunque algo duro, tenía un tarado aceptable sobre todo para ir deprisa en carretera.

Las curvas enlazadas sin duda son lo suyo, la agilidad y aplomo que muestra permiten una conducción deportiva a cualquier nivel y con total seguridad. Al tumbar el único límite lo ponen dos larguísimos avisadores en la parte baja del estribo, que por otro lado tiene una fácil solución: quitarlos.

Los frenos ponen la guinda a una parte ciclo sobresaliente. Tiene dos pinzas monobloque y de anclaje radial Tokiko delante que proporcionan una frenada potente y precisa, además no hay que apretar en exceso la maneta para obtener una frenada fuerte. Por supuesto tiene ABS y es poco intrusivo incluso cuando pisas con ganas la palanca de freno trasero.

Conclusión y valoración  

Cuando una moto te gusta te quedas con ganas de más y en ocasiones una semana no basta para descubrir todo lo que puede ofrecer. Si una semana no basta imagina una mañana… Pero puedo sacar varias conclusiones.

La primera es que su presencia no deja indiferente a nadie, es amor a primera vista y más aún cuando de cerca te pones a contemplar todos los detalles que tiene. Aún descubro alguno nuevo viendo las fotos. La segunda es que es una moto agradable y efectiva que vale tanto para el día a día, incluso en ciudad, como para “quitarte el estrés” en una carretera de curvas, su hábitat idóneo.

El motor de 143 CV tiene un funckionamiento agradable y lógico, utilizable en dispares escenarios, además no consume mucho, se mueve entre los 5 y 6 litros en consumo mixto con conducción deportiva incluida. Obviamente juega en su contra el salir a autovía y los largos desplazamientos porque su protección aerodinámica es casi nula. Tampoco el llevar pasajero es uno de sus fuertes, y además le queda tan bien el colín monoplaza…

La versión estándar tiene un precio de 14.200 euros, una cifra razonable teniendo en cuenta lo que equipa de serie y también poniendo un ojo en su competencia directa. Hay que sumarle 1.700 euros más si optas por la versión Black Edition que es la que hemos probado. El segmento maxi naked siempre ha sido atractivo pero ahora lo es aún más con esta equilibrada y poderosa CB1000R 2021.