Eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor parece que en estos momentos cobra más vigencia que nunca y de hecho en lo que tiene que ver con nuestra afición quedó más que demostrado este pasado fin de semana en la Casa de Campo madrileña. ClassicAuto, heredera no oficial de Autoretro desde hace un par de temporadas, volvió a convocar a todos los amantes de la historia de la motocicleta y el automóvil en torno al pabellón de Cristal, donde se pudo disfrutar de una exposición muy lograda en cuanto a coherencia e interés histórico, quizá una de las mejores que yo recuerde en este sentido, y aunque se echaron en falta más piezas de valor singular, lo variado y acertado de los coches y motos que se dieron cita hicieron olvidar las inevitables lagunas.
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Hace falta no obstante que en el futuro los organizadores aprendan un poco de la política de precios adoptada por los comerciantes y que se lo pongan más fácil a los aficionados y público en general, ya que ClassicAuto debería ser una estupenda opción para dedicar el tiempo libre del fin de semana sin necesidad de ser un entendido y sin embargo, debido a los precios (12 euros por persona) y las restricciones -el que sale no puede volver a entrar- desmotiva a mucha gente que podría ser portadora del virus clásico en el futuro. La crisis hace que todo el mundo mire el duro, y sin conocer aun las cifras oficiales, a ojo de buen cubero se ha visto menos gente que en otras ocasiones.
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Hasta había espacio para el “terror”, ya que este era el sentimiento que despertaban las tenebrosas carrocerías de los coches fúnebres de los años 20 y 30 recuperados por la Empresa Mixta de Servicios Funerarios de Madrid y ornamentados con alegóricas obras de arte de la marquetería. Un gran trabajo.
Entre las motos se pudo disfrutar de una excelente exposición dedicada a la Montesa Impala en su 50 cumpleaños, con unidades muy interesantes y bien escogidas para entender el alcance del modelo tanto en su faceta comercial como de competición e incluso con algún prototipo único. También había piezas muy interesantes esperando a cambiar de manos, unas en estado inmaculado… o mejor dicho impecablemente restauradas, entre las que me llamaron la atención algunas veteranas americanas, como unas Harley-Davidson de los años 30 y una poco común New Henley británica de finales de los 20 en un estado espectacular.
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Entre las motos de los 70 destacaban las italianas sobre las japonesas, alemanas o inglesas; predominio que también se respiraba en los comercios de piezas. Nos llamaron a la atención una Ducati 900 SD muy entera, en buen estado para acometer una restauración aparentemente no muy laboriosa, y una preciosa Laverda 750 SF con una extraordinaria pátina y además matrícula original española; de Santander, para más señas. Más moderna pero no menos interesante era una de las últimas Ducati 851 con escapes Termignoni, horquilla invertida y colín monoplaza. Otra moto que atrajo mi atención era una escasa y sofisticada Mondial con matrícula de Barcelona que necesitaba una restauración completa y por la que pedían de entrada 2.000 euros. Nada exagerado para mi gusto, aunque seguramente se podría haber llegado a un trato favorable... espero que haya encontrado un nuevo propietario, no vaya a ser que volvamos a encontrarnos en otra feria y no pueda resistirme a la fuerza del destino.