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Este artista canadiense, escandalosamente realista y amante de la fría pasión de la tecnología, encuentra una de sus motivaciones en los retratos de motocicletas, y a partir de sus pinceles las máquinas adquieren una belleza inalcanzable para el objetivo de una cámara.
William Fisk nació en 1969 y ha desarrollado su carrera en Ontario (Canadá). Sus objetos favoritos son las máquinas, a las que es capaz de extraer brillos y contrates que están ahí pero que ni la fotografía ni el ojo del observador prosaico son capaces de advertir. A medio camino entre el pop-art y el hiperrealismo, sus cuadros de motocicletas son fascinantes y demuestran una profunda cultura del motor además de un espectacular dominio de la técnica pictórica y un refinado buen gusto.
Os dejamos una galería con algunas de sus obras y detalles de las mismas, y si os decidís aquí tenéis su web, a ver el cuadro de qué moto le encargaríais. Quién pudiera tener una en casa y mirarla todas las noches para tener dulces sueños.
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