Hace demasiado calor por ahí en verano y así las cosas para rodar en moto y disfrutar de cada kilómetro lo mejor es buscar la tibia calidez del norte y no temer a la lluvia. Por eso, cuando propusimos hacer una prueba diferente a los responsables de Royal Enfield en España, decidimos que Irún era un estupendo punto de partida, y a la frontera con Francia que nos dirigimos.
Entre los modelos y versiones disponibles elegimos una Bullet 500 en clásico color verde inglés y dotada de asiento corrido biplaza, quizá menos impactante que la versión con sillín monoplaza, pero también más versátil para disfrutar de tres inolvidables días de ruta en compañía. La idea era no pisar un kilómetro de autopista, recorrer las carreteras más cercanas al mar que fuera posible y tirar por el camino más lento siempre que la ocasión lo permitiera parando en todos los lugares que nos llamasen la atención. Por eso dedicamos tres días para recorrer 135 kilómetros entre Irún y Bermeo. Un ritmo de lo más adecuado para comer, tomar el aperitivo, refrescarnos a la hora de la merienda, pasear y cenar cómo y donde nos apeteciera.
Nada más arrancar teníamos ya un suculento objetivo: comer como sólo se puede hacer en Guipúzcoa. Para ello contábamos con la complicidad de mi primo, amante de la buena mesa como buen vasco, que nos acompañó
al restaurante Iriarte Jatetxea en Lezo; un caserío en el que saboreamos una tortilla de bacalao increíble, un rape al horno absolutamente divino y un chuletón que acabó de dejarnos saciados para una temporada. Uno de esos sitios de los que sales diciendo aquí hay que volver. Tras los cafés y un paseo por la elegante Fuenterrabía -Ondarribia en Euskera- nos despedimos de la familia y comenzamos de verdad nuestra ruta.
Primera parada, San Sebastián. Donde hicimos noche y, por si nos había quedado algo de hambre, degustamos en la zona vieja unos cuantos de esos pintxos que dan fama a Donosti. Pocas ciudades hay tan elegantes y que inviten al paseo como esta. A la mañana siguiente, después del pertinente paseo matutino, nos subimos a la moto para hacer la etapa reina de nuestro viaje hasta Mundaka (Vizcaya). Entre medias muchas cosas que ver, una larga lista de sitios en los que parar y carreteras que suben, bajaban y se dejaban mecer al capricho del medio natural.
En Guipúzcoa es fácil seguir la costa acompañados siempre por el mar a nuestra derecha. Dejamos la capital por el monte Igueldo y sus tortuosas laderas que nos llevaron hasta Orio; de allí seguimos la línea de costa hasta la turística Zarautz y a continuación atravesamos la marinera Guetaria.
Así continuamos nuestro periplo rozando el mar hasta la última localidad guipuzcoana, Deba, límite con Vizcaya y aún hasta Lekeitio, donde la ruta obliga ya a mirar hacia el interior que tampoco es mala cosa. Tras unas cuantas decenas de kilómetros bordeando la costa es entonces cuando la propia orografía obliga a seguir ruta por pastos y paisajes boscosos, primero suaves y luminosos, pero que en el valle de Ispáster, con sus caseríos y pequeñas poblaciones atravesadas por la carretera, se vuelven abruptos y montañosos camino de Ereño. Una preciosa ruta de montaña con buen asfalto desniveles y cerradas curvas en los que “sin querer” se hacía casi inevitable aprovechar la agilidad de nuestra moto para mantener un ritmo vivo, confiados en la nobleza de un bastidor que demuestra lo bien que sabían hacer las motos los británicos a mediados del siglo pasado… sin necesidad de comerse la cabeza con elaboradas suspensiones o frenos a la última.
Tras abandonar Bakio, las inmediaciones de Bilbao dejan ya poco lugar a la calma y la naturaleza. Las carreteras doblan sus carriles y el tráfico se masifica. Volvemos al ambiente de prisas del que logramos escapar con nuestra Royal Enfield por un par de días que supieron a gloria. Las sensaciones no han podido ser mejores. La naturaleza vasca y el respeto con el que sus habitantes han sabido mimar el entorno merecen una visita como esta, y quizá otras, con algo más de ese tiempo libre del que tan poco disponemos para tomárnoslo con calma. Repetiríamos con todo, incluida la moto. Es una cuestión casi filosófica: KEEP CALM... AND ROYAL ENFIELD!
Fotos: La Costa Vasca a ritmo de Royal Enfield
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